El tiempo pasó y todos crecimos -bueno, no
todos, algunos seguían mirando por la
ventana y sobrevolando la moqueta azul de la
oficina. En el trabajo aún se perdía
en las selva de sus sueños y un grito le
nombraba, le arañaba y rompía el
dulce sortilegio.
Sobreviví a mi día sin sueño-
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